jueves, 14 de abril de 2011

Fin de carrera

Se supone que el sentido de cualquier carrera es terminarla. Y la mayoría de veces, sobre todo si eres tú quien corre, das gracias a los cielos cuando terminas.

Hoy he llegado a la meta de la Barcelona World Race virtual. O sea, a Barcelona. Eso quizá sea lo primero que molesta: salí de Barcelona hace tres meses, he dado toda la vuelta al mundo, y todo para que el premio fuese volver a Barcelona. Que una persona pragmática podría decir: "Pues coño, pa volver al mismo sitio, no haber salido".

Eso sorprende porque, al ser uno mismo de Barcelona, volver a ver el Hotel Vela, que además ya vi en el 3D cuando salí, aparte de que puedo verlo realmente cuando quiera, no es que sea el colmo del exótismo. Supongo que para australianos, ingleses, franceses, alemanes y resto de guiris varios que han competido, llegar a Barcelona de vuelta tiene un toque exótico. Yo, simplemente, me he imaginado a mi mismo llegando al puerto, amarrando el barco al muelle y luego cogiendo el Metro para irme a casa, con esa sensación de cansancio que uno siente después de un viaje largo. Las anécdotas del viaje y las fotos quedan para después. Cuando uno llega, solo quiere irse a casa y el viaje en Metro se hace larguísimo.

Lo segundo un poco frustrante es que se ha acabado. Y en esto creo hablar en nombre de todos los participantes: aunque hubo momentos en estos más de tres meses en que la cosa era muy pesada y que los tres días en el Mediterraneo de vuelta se han hecho inacabables, nos hemos divertido y sabe mal que haya terminado. Sabe mal no estar pendiente de los cambios de viento, sabe mal no devanarse los sesos mirando las previsiones metereológicas para planear una buena estrategia, sabe mal no volver a sentir el placer de tener un buen viento por la aleta y ver al barco volando en el 3D, sabe mal no volver a sentir la emoción de ganar puestos cuando se acierta o perderlos cuando te equivocas. Incluso sabe mal no volver a sufrir más los fallos del software, peores que tormentas o que ataques de ballenas enloquecidas.

Pero lo que más mal sabe es perder el contacto con toda la gente a la que se ha conocido, algunos en cierta profundidad, otros más superficialmente. Docenas de personas con las que se ha coincidido en ciertos momentos o en varios y se ha entablado una camaradería, pese a la competición. Sí, con varios queda el contacto por email o messenger y la promesa de futuras quedadas. Pero todos sabemos que ya no será lo mismo comerse unos calamares y tomarse una cerveza en el puerto, contando batallitas de como encaramos el Estrecho de Cook, que lo que fué estar ahí en ese momento cuando lo encarabamos y se definieron varias estrategias y todos sentimos la prisa por llegar antes.

Sabe mal. Si estas "Cartas de un perdedor" hubiesen empezado antes, habría podido contar anécdotas muy interesantes e historias muy jugosas. Ahora ya no tendrá gracia contarlas. Quizá en su momento tampoco. Porque como dicen los soldados cuando vuelven de una guerra, para entenderlo tienes que haber estado ahí.

Sabe mal. De hecho he terminado la carrera a las 22:39 y casi tres horas después aún no he cerrado el programa, aunque mi barco está anclado, inmovil e inutil, en el puerto de Barcelona. Y aunque ya me da igual en el fondo quienes se han colocado bien para coger un buen viento y quienes no, he seguido mirando a los otros barcos. Sabe mal porque cuesta desengancharse de esto.

Al final, al menos, hemos tenido una "sorpresa". Se nos ha dado un diploma como participantes. Un diploma bonito que, sí, pienso imprimir y colgar de la pared.

Mi barco, el Taxidermia, ha terminado en la posición 263, completando la carrera en 103 días, 8 horas, 34 minutos y 31 segundos. Lo que no está mal para una carrera que han empezado más de 45.000 personas y que acabarán seguro más de 15.000.

Sabe mal, pero no levantarse más a las seis de la mañana tendrá su gracia.

Desde mi casa, a 0 millas de Barcelona, en la posición final 263.

No hay comentarios:

Publicar un comentario