martes, 3 de mayo de 2011

Obama gana a Osama.


Parece un trabalenguas pero es la noticia de la semana. Y no, la noticia no es la curiosa similitud fonética de los nombres, que seguro que muchos estudiosos de la Cábala, la Numerología y el significado de los nombres ya habrán estudiado, sino la muerte de Osama Bin Laden a manos de un comando de los SEAL (palabra inglesa que significa foca pero que no hace referencia a los bigotes o al peso de los comandos americanos).
Osama ha muerto. El símbolo máximo del mal para dos generaciones de americanos (y para muchos europeos) ha dejado de existir. No es que se hablase mucho del hombre estos últimos años ni que él hiciese demasiado ruido, pero seguía siendo la figura mítica que representaba el mal en la tierra según Bush y, desde luego, el gran talismán para los integristas de todo el planeta.
Osama estaba desaparecido no por decisión propia, sino para lo que vulgarmente llamaríamos “salvar el culo”. Osama sabía que si cogía el teléfono móvil o uno por satélite o uno normal o, simplemente, se conectaba a Internet aunque fuese para jugar al WOW o ligar en Meetic, al momento iban a llamar a su puerta. Y no iba a ser el cartero. Así que Osama llevaba años desconectado del mundo, comunicándose solo a través de un “mensajero” que posiblemente ya no llevaba discursos incendiarios ni órdenes de ataque, sino simples pedidos al supermercado. Es triste para él, pero posiblemente su último mensaje al mundo fue algo así como “dos kilos de patatas, tres lechugas y una docena de huevos… ah, y Crispies de Kellogs… y qué es ese ruido de helicópteros?”.
La pregunta es: seguía siendo peligroso un tio que vivía en una casa de lujo de una urbanización de lujo, rodeado de mujeres y niños, sin teléfono ni conexión a Internet y más invisible que las curvas de una mujer en burka? Pues sí, seguía siendo peligroso. Aunque no manejase nada, aunque no ordenase ya nada, aunque estuviese más desconectado del mundo que un ermitaño ciego, seguía siendo un símbolo. Era un símbolo para norteamerica al ser el hombre que planeó y ordenó los dos ataque a las Torres Gemelas (el primero con bomba, el segundo, brutal, del 11-S) y los ataques a la embajadas americanas en Africa. Y era un símbolo para el islamismo más radical y cerrado de mente como la imagen de su lucha medievalista y apartada de la realidad.
Y los símbolos pesan. Ya sea un multimillonario árabe devenido en fanático corto de miras o el primer presidente negro de los Estados Unidos. Los símbolos son símbolos.
Aunque haya símbolos más cercanos a la realidad que otros. Mientras que Obama, como primer presidente negro en la historia de America ha luchado y lucha por cosas tangibles y reales como la mejora de la Seguridad Social, la lucha contra la crisis o la mejora de las relaciones internacionales, la lucha de Bin Laden estaba más lejos de la realidad que los sueños de LSD de un hippy en el Nepal. Osama luchaba por derrocar a los pecadores regímenes occidentales, cosa que no ha logrado en absoluto, o luchaba por terminar con los gobiernos árabes para substituirlos por califatos islámicos, cosa que parecía más fácil pero a la que ni se ha acercado. La realidad es tozuda y los regímenes occidentales están y estarán preocupados por las crisis, el paro o el Barça-Madrid, no por las ideas del difunto Bin Laden. Y los gobiernos árabes se han encontrado a un paso de caer o ya han caído, pero no a causa de Al Qaeda y las retrógradas ideas de Osama, sino a causa de los deseos de libertad, democracia y prosperidad de los mismos árabes a los que Osama quería esclavizar en ridículos califatos islámicos regidos por la Sharia.
Osama ha muerto, sí, pero es que sus ideas ya estaban muertas al nacer. Solo los más cerrados, incultos y fanáticos de entre los árabes, que por desgracia eran los más peligrosos, como son todos los fanáticos del mundo, religiosos, de derechas o de izquierdas, bebieron de las ideas de Bin Laden y mataron y se dejaron matar por ellas. El resto del mundo, superado el shock de la masacre de las Torres Gemelas o del 11-M en Madrid, ha seguido su vida más preocupado por salir de la crisis o por llegar a alcanzar un futuro de democracia y prosperidad. Todos muy lejos de los sueños ridículos y medievales de un mundo islámico que solo la mente enferma de un niño rico y mal criado pergeñó en su “paraíso” talibán en Afganistán.
Osama ha muerto y hay que alegrarse, aunque parezca feo, igual que nos habríamos alegrado si Hitler o Stalin hubiesen muerto en los años 30. Porque esos también tuvieron sueños ridículos y medievales pero consiguieron llevarlos a cabo al coste de millones de muertos.
Ahora dejemos a los fanáticos de derechas regodearse en la noticia, a los fanáticos islámicos gritar y preparar la venganza y a los fanáticos de izquierdas meterse con los Estados Unidos y con las injusticias del mundo. Los demás seguiremos con nuestros problemillas, sin pensar que todo es o blanco o negro y pensando que ayer, un grupo de 79 focas de élite, limpiaron el mundo un poquito.